69 Aniversario de la Declaración
del día de los Derechos Humanos

7 de Diciembre del 2017

Confederación Interamericana de Masonería Simbólica

69 Aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos por parte de las Naciones Unidas

« ¿Qué vamos a hacer de nuestro planeta? ¿Qué vamos a hacer de nuestra especie? ¿Qué vamos a hacer de nuestra vida? Esto empieza por cada uno, sigue por la sociedad, se derrama sobre el planeta. Hagamos de nuestro pensamiento, acción. Para nosotros, hombres y mujeres libres del siglo XXI, he aquí nuestro desafío. »

Conferencia

« 300 años de la Masonería. Tradición Humanista e Ideas para un mundo en mutación » – Hotel Lafayette – 30 de mayo de 2017

Construir una Nueva Era Humana es más que posible, es necesaria
Por Elbio laxalte Terra

Gran Maestra del Gran Oriente de la Franc-Masonería del Uruguay,
Myriam Tardugno – Gran Maestro del Gran Oriente de Francia, Christophe Habas – Autoridades de la Masonería que nos acompañan, Queridos Hermanos y Hermanas francmasones,

Amigos y Amigas, Señoras y Señores

Este año estamos frente al hecho excepcional de que una Institución como es la Francmasonería, en su fase moderna, cumple 300 años, en muy pocos días, el 24 de junio próximo. Esta fecha no marca la aparición de la masonería, que ya existía, sino el darse una nueva perspectiva, adaptándose al mundo de su época.

Ese proceso abrazó entusiastamente y tuvo como idea central lo que hoy llamamos humanismo, que es una sensibilidad que significa poner al ser humano como una centralidad. Y, esta centralidad filosófica nos viene desde Protágoras de Abdea, cuando expresaba hace unos 2450 años que «El hombre es la medida de todas las cosas».

Nuestra Obediencia, el Gran Oriente de la Francmasonería del Uruguay, que en el año 2018 cumplirá sus 20 años de vida, nació el 10 de diciembre de 1998, es decir, justo cuando se cumplía el 50º Aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos por parte de las Naciones Unidas. Ello fue la marca de un compromiso sustancial asumido por el GOFMU con el Humanismo y los Derechos Humanos, en concordancia con la tradición masónica.

Efectivamente, la masonería moderna hace 3 siglos, se manifestó en simbiosis con ese enorme movimiento humanista que abarcó todas las áreas de quehacer humano.

Tres ideas fuerza estuvieron a la base del mismo:

Tres ideas fuerza estuvieron a la base del mismo:

1) Emancipación y autonomía

Este primer rasgo distintivo consiste en privilegiar lo que se elige y decide por sí mismo, en detrimento de lo que es impuesto por una autoridad exterior. Para ello es necesario disponer de una entera libertad de examinar, cuestionar, criticar, de dudar. Así, todo dogma y toda institución pierden su sacralidad. Este primer rasgo distintivo consiste en privilegiar lo que se elige y decide por sí mismo, en detrimento de lo que es impuesto por una autoridad exterior. Para ello es necesario disponer de una entera libertad de examinar, cuestionar, criticar, de dudar. Así, todo dogma y toda institución pierden su sacralidad.
Ello significó una serie de consecuencias.

Primeramente la liberación de la autoridad religiosa; se rechazaba la sumisión a preceptos cuya única legitimidad provenía de una tradición atribuida a los dioses o a los ancestros. Se trata de fortalecer una idea de que el destino de cada uno es una construcción que nos compete, y sobre el cual tenemos la iniciativa.

En segundo término, el desarrollo del conocimiento, como primera autonomía conquistada. El conocimiento tiene dos fuentes, que son la razón y la experiencia, por lo que cada uno puede tener acceso al mismo. Esto significó la liberación del conocimiento y abrió la vía al desarrollo de la ciencia.
En tercer lugar, significó la autonomía de la conciencia. Este es un combate permanente, siempre a recomenzar, prolongándose en la libertad de opinión, de expresión, de publicación, aceptar que el ser humano es la fuente de su ley, o que implica su aceptación enteramente tal como es y no como debería ser.
En cuarto lugar, la exigencia de autonomía transforma la sociedad política, al proclamarse la separación de lo temporal y de lo espiritual, conduciendo hacia dos exigencias resultantes: el de la soberanía: la fuente de todo poder está en el pueblo y nada es superior a la voluntad general; y el de la libertad de los individuos en relación al poder del Estado, y para asegurarlo, hay que fomentar el pluralismo y el equilibrio de los diferentes poderes, de manera de no aplastar al individuo, y darle oportunidad de defensa. La escuela debía sustraerse del poder eclesiástico, para volverse un lugar de propagación del conocimiento y formación de ciudadanía, por lo que debe ser gratuita y obligatoria.

2) La finalidad de la acción humana. El Humanismo

La emancipación de las antiguas tutelas implica la construcción de nuevas regulaciones.
La primera de ellas concierne a la finalidad de las acciones humanas liberadas. El ser humano debe darle un sentido a su existencia en la tierra. Buscar la felicidad aquí, reemplaza la búsqueda de la salvación en el más allá. Incluso el Estado ya no estará más al servicio de un diseño divino, sino que su objetivo es la búsqueda del bienestar de sus ciudadanos.
La segunda, consiste en afirmar que todos los seres humanos poseen por su naturaleza misma de humanos, derechos inalienables que se desarrollan junto a aquellos que se construyen en el cuadro de la sociedad. Lo sagrado se encarna ahora en los derechos humanos.

3) El universalismo

Si todos los seres humanos poseen un conjunto de idénticos derechos, se deduce fácilmente que ellos también son iguales en derechos. La demanda de igualdad proviene justamente de esa universalidad. Es justamente esta idea la que permite comprometerse en combates por la igualdad en todos los terrenos. Esto concierne particularmente a las mujeres, la pobreza, la marginalidad, los niños, el acceso al conocimiento … El espíritu de las luces supuso una afirmación de la universalidad humana, así como la toma de conciencia de la multiplicidad de formas que puede tomar la civilización.

Sin lugar a dudas, el espíritu de las luces, basado en los elementos que venimos de describir, ha logrado una victoria incontestable. El mundo hoy no puede no referirse de una u otra forma al espíritu y modo de ser originado en el siglo de las luces. El conocimiento del universo progresa libremente; los individuos, con mayor o menor dificultad, intentan administrar ellos mismos su espacio privado; ha aumentado la libertad de expresión. La democracia y el ejercicio de la soberanía popular ejerciéndose en el respeto del individuo, es un modelo deseado, más allá de las múltiples deformaciones que piratean su ejercicio; Los derechos humanos universales son referencias incontestables y considerados como un ideal común. La igualdad delante de la ley es una regla para identificar una auténtica democracia. Preocuparse de la felicidad personal o del bienestar común, son opciones personales legítimas. Esto no quiere decir que estas conquistas estén implantadas por todos lados, pero como aspiración, como objetivo, o como bandera de lucha son predominantes, y nada aun ha podido destronarlas. Los fundamentalismos o integrismos en auge hoy, tienen como objetivo la destrucción de este espíritu, y no su superación.

Sin embargo, los beneficios esperados no están todos ahí, las promesas o lo que se creía que se iba a lograr rápidamente, no se han concretado; la racionalidad no ha evitado las guerras y las luchas de poder, y las ciencias y la economía no  han evitado las crisis que han golpeado duramente a enormes masas de personas, generando pobreza y vulnerabilidad. Entonces se fue generando una desconfianza creciente a revindicarse del espíritu de las luces. Las ideas que canalizaban conceptos como humanismo, emancipación, progreso, razón, libre-arbitrio, librepensamiento, hoy son miradas como antiguallas, cuando no desacreditadas.

Y que pasa con nuestra contemporaneidad? La interdependencia creciente en el fenómeno complejo que llamamos mundialización; las nuevas fronteras que la ciencia permite ultrapasar en los aspectos fundamentales que concierne a la materia y a lo viviente; los límites ecológicos insuperables, que el actual sistema de crecimiento productivo marca hacia el futuro del planeta, la internet de las cosas, la robótica y la inteligencia artificial que autonomizan la producción y ejecución de acciones, empujan a una imperiosa necesidad de inventar un nuevo horizonte de civilización. Es decir, una nueva era que supere la actual con su tendencia espontánea a transformar todo en mercancía y empobrecer la actividad humana subordinándola a los únicos criterios de la acumulación, el beneficio y la financiarización. Superación del presente que concierne las formas y los contenidos de la producción y el intercambio, así como las normas culturales que dominan profundamente nuestro tiempo, modelan nuestro imaginario colectivo y las normas de comportamiento individual.
Estamos en un punto de no retorno. Trabajar para una nueva era, hoy, significa esencialmente:

Uno, refundar, reinventar un espíritu de las Luces, que partiendo del mismo programa básico, sea capaz de realizar una autocrítica de sus desviaciones.
Dos, continuar el combate principal del programa original de las luces contra el oscurantismo, la autoridad arbitraria y el fanatismo.
Tres, perseverar en los elementos centrales del programa de las luces: autonomía – humanismo – universalidad.

En el tiempo de las luces, en los orígenes de la idea democrática, había la convicción de que finalmente las gentes iban a escribir su destino colectivamente. Esto implicaba naturalmente una idea afín que consistía en el controlar, aunque sea de manera mínima, el curso de los eventos mundiales.
Sin embargo, lo que caracteriza a la mayoría de los fenómenos que agrupamos bajo el concepto de mundialización, se trate de las deslocalizaciones productivas, de los mercados financieros, o simplemente Internet, es que ellos escapan cada día más a toda manera de control por parte de cualquier entidad democrática, sea individuo, pueblo, nación, Estados, Instituciones electas o representativas.

Por lo tanto construir democracia en el mundo basada en la libertad de los individuos, impedir su achicamiento y desnaturalización, insistir sobre el proyecto igualitario que es el corazón de un proyecto democrático, aunque para muchos parezca inocente, es de una necesidad casi de supervivencia, y debe ser un eje mayor de un proyecto de civilización para el futuro.

El siglo de las luces, ha puesto como elemento clave de su proyecto, al contrato social. Este contrato social fue concebido para ser eficaz en el cuadro de los estados nacionales. La realidad de la mundialización, nos obliga a pensar y redefinir el proyecto de las luces en términos globales.
La mejora de nuestra condición y de nuestros equilibrios futuros exige una mundialización equilibrada.

A nivel mundial, solo la cooperación internacional permitirá formular y concretar respuestas políticas, a condición de disponer de referencias comunes. Entonces, es necesario un nuevo contrato social global que haga legítimo, gobernable por todos, el proceso de mundialización en curso.

Algunos valores sobre los cuales podría fundarse este nuevo contrato social global serían:

1) Ético y moral: basado en el rechazo de la corrupción y la tiranía de lo efímero; la participación de la sociedad y de los ciudadanos en las decisiones. Comprender que la mayoría de las dificultades no se sitúan en el orden del Tener, es decir, el de los recursos físicos, monetarios, técnicos, sino en el orden del Ser, de la manera de concebir el lugar que nos corresponde en el universo, de dar un sentido a la vida, de sentirse responsable y mostrarse más solidario.

2) La Democracia, según las siguientes dimensiones principales:
• Reforzar el rol y la legitimidad de los Estados democráticos,
• Mejorar la democracia en el seno de las organizaciones internacionales,
• Los reagrupamientos de los estados en bloques regionales o temáticos, deberán priorizar el tema democrático entre sus componentes,
• Luchar efectivamente contra las mafias transnacionales
• Consolidación de sistemas democráticos nacionales y globales, empujando los sistemas republicanos pues ellos son garantías de separación y control de los poderes. Contrarrestar las derivas populistas (es decir, autoritarismos demagógicos legitimados democráticamente), contribuyendo a la generación de democracia y de ciudadanía nacional y mundial sobre el terreno político.

3) La justicia social, tendiendo hacia la convergencia de los niveles de ingresos, tanto por razones de legitimidad política como de eficacia económica.

4) La eficacia: la teoría de los bienes públicos globales podría ser utilizada con la finalidad de acrecentar la legitimidad y eficacia de las políticas públicas mundiales. Es urgente la necesidad de reconocer el agua, la salud, la Antártida, como bienes públicos mundiales. También hay que comenzar a legitimar las nuevas experiencias de emprendimientos económicos no motivados por la sola lógica del mercado, como las llamadas empresas-ciudadanas, economía solidaria, economía social.

5) La perdurabilidad y sustentabilidad de las políticas, para que tengan en cuenta a las generaciones futuras. Aquí cobra toda su fundamental importancia la dimensión ecológica.

Amigos y amigas:
Nuestro tiempo está marcado por un enorme movimiento de liberalización económica e integración de las sociedades a escala mundial. Este movimiento ha edificado un mercado mundial demasiado imperfecto, y es generador de injusticias e inseguridades. El mundo hoy se encuentra frente a una economía sin control que se ha vuelto inhumana a gran escala. Un movimiento masivo cultural que jerarquiza el egoísmo estrecho, socava los fundamentos éticos. En nombre de los imperativos del mercado, los Estados-naciones, los Estados benefactores, la concepción de la soberanía ciudadana están siendo desmanteladas, haciendo peligrar la democracia, y desvirtuando y desacreditando a la política como manera de gobierno de la comunidad, a cualquier escala, local, nacional o internacional. Es la propia civilización construida en el espíritu de las luces la que está en cuestión.
Estamos frente a un enorme riesgo de que al amparo de la revolución tecnológica en curso cobre proporciones abismales la brecha digital, económica y social – cuantitativa, y peor aun cualitativa – que separe a los pobres de los ricos a escala planetaria. En particular, en referencias al conocimiento, la salud y la alimentación.

Esta gran transformación actual exige nuevos cimientos políticos y sociales a escala mundial. Exige que cada uno de nosotros, que cada uno de los habitantes de este mundo se pregunte: ¿Qué vamos a hacer de nuestro planeta? ¿Qué vamos a hacer de nuestra especie? ¿Qué vamos a hacer de nuestra vida?
Desde los fundamentos espirituales de las luces, de emancipación y autonomía, de humanismo y búsqueda de la felicidad humana y desde el universalismo, osemos de manera lúcida y racional, pero también con la emoción y la pasión que exige construir un mundo nuevo, más fraterno, más solidario, más humano.

Esto empieza por cada uno, sigue por la sociedad, se derrama sobre el planeta. Hagamos de nuestro pensamiento, acción. Para nosotros, hombres y mujeres libres del siglo XXI, he aquí nuestro desafío.